lunes, 8 de abril de 2013

Las comas, siempre ellas



                                                     


Sonaba la misma canción en bucle desde las 17.45h. Llevaba hora y media metido en el baño. Mientras repasaba cada coma de mi artículo me divertía con mi otro hemisferio pensando en las posibles escenas que se pudiesen estar dando en ese sórdido rincón de la casa. Posiblemente C estaría emulando a Freddy Mercury ante el espejo, desodorante en mano y con una sobreactuada mirada clavada en el cristal , hombre a hombre en un duelo de divas sin precedentes. No quería interrumpir ese momento de intimidad masculina. La opción de irrumpir cual heroína al rescate de una damisela en apuros tras un fortuito resbalón era algo que mi cansancio y desdén supino habían desechado hacía dos entregas de Bohemian Rapsody. ¿Is this the real life? Si, parece ser que sí.


Había sido un día duro, como todos desde que 2013 había tocado a nuestra puerta para quedarse. La cuarta entrega de ese puto tormento, muy lejos de venir disfrazado de estampados y telas vaporosas venía con mierda. Tras la falsa protección de la lana y la franela, abril se había presentado con metros de lycra para ceñirse a nosotros y arrojarnos verdades como puños. Las de la talla 42 saben de lo que hablo. Lo saben. Y aquella que diga lo contrario es que se ha recibido algún tipo de amenaza.

Ahí va otra vez… mammaaaaa uhhhhhhhh… (¿por qué no instalé una web cam en al baño?... porque no soy tan emprendedora como pongo en mis tarjetas de visita. Otra farsa.)

Sobre la mesa tenía tres carpetas con tres borradores. Tres finales parecidos a una historia sobre la cotidianeidad que el único valor que había adquirido era la cantidad de polvo entre las hojas y las manchas de café ligadas entre sí. Aquel tampoco sería el momento para cerrar el ciclo. Era el momento de las comas. Del artículo. Del polvo fácil. Titular, lead, cuerpo… y ¿Orgasmo? No. Esta vez tampoco. Las noticias son rectas, sin caderas.

Sin darme cuenta, Queen había dejado de revolotear por el ambiente, y el Freddy Mercury de pacotilla volvía a tener su pronunciada nariz apuntando hacia la pantalla del ordenador. La música daba paso al “aporreo” del teclado, un género musical infravalorado por completo, pero que , atención a lo que escribo, no descarto que algún hipster incluya en uno de sus experimentos etilicosociales en el SOS o alguna comuna moderna de ese calibre. Me uniría con con gusto, pero las comas me retienen

Tecleo, tecleo, suspiro, taco y tecleo. Un tango algo inapropiado para una irlandesa y un catalán. Pero estamos en la era de la diarrea musical, y … desde que esta casa es un hogar … el lema viene a ser que nos quiten lo bailao. La curiosidad, francamente, me podía. ¿Qué podía ser tan valioso para desencadenar tantos rezos en hebreo?.

-¿Qué pasa?

-No encuentro el final.

-Es la lycra… no luches. Ha venido para quedarse. Al menos en abril.

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