domingo, 8 de marzo de 2015

Hablas ruido


Le pidió que volviese a escribir.
-Algo que no sea bello, no vende"- dijo el busto plastificado mientas arqueaba las cejas al camarero para demandar no se qué pijada para el que debía ser ya su tercer gin tonic/maceta. "Explota más esa parte de hija de puta graciosa que tienes... no sé... estas mierdas que te lees rápido en el bus y que hacen que te descojones es lo que necesitamos. ¿Sabes lo que te digo? -Sí. Cerdo. Sabe lo que le dices.

 Las ganas de permanecer con el culo sentada en esa mesa bebiéndose la dignidad a tragos con sabor a amaretto eran tan mínimas como descontrolado el frenillo de ese tipo. Los chicos estaban en una tasca cerca de allí bebiéndose lo que quedaba de domingo. Las tradiciones son para respetarlas. Más con Santos y Vírgenes recorriendo las calles. Es indicador absoluto de que los impuros han de reunirse en sitios oscuros y celebrar la vida. La que se vive. No la que se escribe. No la que se fotografía y se comparte. La que desdibuja en un sello guarro en la muñeca, esa misma que se adivina por el aliento de una anécdota trasnochada. Los chicos estaban en una tasca y ella en un bodegón castizo. Otra vez. Con la conciencia ramera, abierta de piernas, sin correrse. Sumisa.

Le pidió que volviese a escribir... y ella sólo quería correrse. Lejos de allí. Lejos de sí.