domingo, 29 de junio de 2014

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Y los versos  comenzaron a agolparse en cualquier papel necesitado de historias. Marcas de guerra escritas con zumo de limón para que tan sólo los cazadores de secretos puedan descubrirlas mientras se desvanecen al contacto con la llama de sus cerillas. Ocurre una vez cada 15 días. Una carta amanece en cualquier no lugar. El perfume cítrico no pasa desapercibido para los aventureros de corazón. Por eso, guiados por su olfato y una mano inocente,  dan con tan enigmático tesoro, imperceptible para los que no saben... no conocen... el no latir de un corazón que muere por seguir vivo. Bajo un árbol en el parque. En la mesa más solitaria de cualquier cafetería de las entrañas de Madrid. Dentro de un libro en la repisa más remota de la Biblioteca Nacional. Allí se esconden todas y cada una de las palabras que no fueron pronunciadas. Todas y cada una de las verdades que ansían rozar el cielo con la yema de los dedos en búsqueda de una última oportunidad. O la primera.  Cada vez que un cazador de secretos encuentre los pedazos de papel que se me van cayendo a cada paso... cada vez que descubra aquella palabra escrita con tinta invisible... cada vez que la prenda y su esencia se evapore... esperaré a que estés atenta para atraparlas en botellas de cristal.  Cada 15 días parpadearán... y sabré donde mirar.