Mientras trepaba por el edredón de la tercera semana de octubre topé con tus calcetines de lana gorda... y justo allí decidí plantar la bandera de conquista. A pesar de no haber llegado a la cima ... poco importaba... había llegado al hogar, y allí estabas. Superviviente.
El ir y venir de tu respiración volvía a conducirme al rincón donde me enseñaste a bailar sobre los silencios y a beberme las lágrimas en vaso medio y con dos hielos.
Había vuelto a toparme con tus calcetines de lana ... y tenía tanto miedo de volver a perderlos que te tejí hasta el amanecer sin que te dieses cuenta ...
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