miércoles, 17 de octubre de 2012

Feia estona

Tenía la primera hoja del otoño entre las manos y no pensaba compartirla. Esta se la quedaba ella. 
No era su libro favorito, pero ese pedazo de naturaleza inerte se acababa de convertir en un punto de libro perpetuo, casi tanto como la agonía que le provocaba pasar cada página.  Laberíntica y aborrecible. Eterna.

"No hay malos libros" se decía ... y se mordía (y muerde) el labio superior para no fabricar un chascarrillo fácil e infame sobre la artífice  de la obra que seguía no sin cierto desdén. Podría encontrarle mil usos. Y leerlo parecía el menos factible de todos ellos.Sobre su cabellera pelirroja hubiese quedado fetén en Ascott.

Para qué engañarnos (y engañarles) hacer y difundir tal alarde de auto crítica no era sano, estaba llamado a ser toda una orgía de masoquismo irrefrenable. Participar en masacres ajenas siempre ha sido mucho más divertido, para qué engañarnos. 

Excusas como "el periodismo mata la creatividad del escritor" habían devenido una abundante montaña de mierda. MIERDA. Tal cual. "El periodismo es la salida profesional de nefastos escritores" se aproximaba más a la estela que dejaba tras de sí el boomerang que feia estona dibujaba elipses en sus pupilas. 

No era su libro favorito. Tan sólo era mierda sobre naturaleza inerte, ah ... y una hoja del árbol del jardín. 











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