Hay un lugar perpetuo entre piel y pecas que
permanece gélido, áspero, sucio. No hay prenda que logre revestir de calidez un
vacío que no llenaste...maestro. No hubo tiempo. No era hora.
Endiosaste cada centímetro de una breve leyenda a
medio escribir entre bares, aeropuertos y sábanas de hoteles que seguro
cobijaron historias más honestas que ésta que no fue nuestra… tan solo mía. Una
anécdota tuya con la que rociar tus habituales dos hielos en vaso medio. Una
razón mía para brindar por este punto y final.
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