domingo, 31 de julio de 2011

Lluvia y el 2º 30 de julio

Y llegó el nudo en la garganta, la bola de fuego en el gaznate... y la contención forzada de emociones.
Salir de la carrera con el decálogo idealista del buenhacer de la profesión no te prepara para las constantes bofetadas de la puta y cruel realidad que te escupe a la cara, para después examinar y juzgar tu reacción.
Estrenarse a pie de calle, en el 2º aniversario del atentado perpetrado por ETA en las oficinas provisionales de la Guardia Civil de Palma Nova (Mallorca). Sobra decir cualquier cosa. Sobra.
Costó mantener la compostura, y el ritmo de la respiración. Desprovista de cualquier tipo de protección, más allá de las gentiles manos amigas de algún que otro compañero. Sólo la incesante lluvia y el permanente olor a asfalto mojado lograba distraerme en momentos puntuales del reinante dolor y desesperación entre los presentes. El cielo lloró lo que algunos de los presentes se privaron de hacer.
Lo entendí. Niñata en una partida de ajedrez de sabios.
Costó mantenerse impasible entre los testimonios de familiares, políticos y demás presentes.
Costó no pronunciarse.
Costó entender.
Dolió entender.

Todos a una encima del atril de los discursos. Palabras de condena y promesas de conciliación. Recuerdo para los que fueron arrebatados del paraíso terrenal y aliento para los que fueron privados de seguir generando momentos que recordar junto a los que ya no están. Llanto e impotencia.

A partir del lunes el dolor volverá a ser arma arrojadiza en un hemiciclo, tema de debate en tertulias de descerebrados y baza poítica de indeseables con escaño. Después de la resaca de la reflexión, el lunes sólo quedarán las palabras, desprovistas de contexto emocional... y vestidas del manto de la intencionalidad. Mercantilismo del dolor... demagogia emocional.

El lunes todo vuelve a ser política. El lunes, el mundo volverá a oler a huevos podridos.

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