viernes, 13 de noviembre de 2009


Después de merodear toda la noche en busca de restos de pescado en los contenedores de los japoneses del centro de Madrid, volví a mi tejado de pizarra gris, el de la c/Desengaño, nº2.

En apariencia nada había cambiado en las últimas horas. Prostitutas, estudiantes, vecinos...

La vecina del nº 3, Paqui, está viendo Gran Hermano. ¿ Por qué?

Mercedes Milá no puede ser más ridícula. Reivindicar principios morales en un espacio que apesta a morbo, sexo y desfachatez... es algo turbio, no? Aunque para turbios los modelitos de la presentadora. Hay que ver Paqui... con la bata, la cena en la mesita auxiliar y una copa de vino del Día.

En la calle alguien corre. Otra vez. Alguien grita. Otra vez. Luces azules y sirenas. A ver quien puede más esta noche.

En el nº 5, 4ª planta; se ha encendido una luz. No lo puedo evitar. Miro. Observo. Ahí está el estudiante. Se fuma un cigarro en la Ventana mientras habla por teléfono con cara de perro. Se enciende otro pitillo. Lo apaga a medias y le pega una patada a la silla, su silla de estudio. Se sienta en ella y abre un libro:Periodismo especializado. (Pobrecillo). ¿Quien sabe? Quizás después de cinco años de carrera, un máster, y mil entrevistas para optar a un mísero puesto becario; lo consiga. Consiga ser como la Milá. Una excelente ex-profesional de la información reconvertida en espantajo del espectáculo. O como Jorge Javier Vázquez, quien de la más mísera mierda ha conseguido sacar oro. Es el mejor presentador, ¿no?.

Tengo hambre. . Ya nadie me deja sobras en la Plaza de la Luna... iré a dar una vuelta a ver si encuentro alguna raspa de salmón en la trastienda de algún local.


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