lunes, 22 de octubre de 2012

Campamento base




Mientras trepaba por el edredón de la tercera semana de octubre topé con tus calcetines de lana gorda... y justo allí decidí plantar la bandera de conquista. A pesar de no haber llegado a la cima ... poco importaba... había llegado al hogar, y allí estabas. Superviviente.

El ir y venir de tu respiración volvía a conducirme al rincón donde me enseñaste a bailar sobre los silencios y a beberme las lágrimas en vaso medio y con dos hielos.

Había vuelto a toparme con tus calcetines de lana  ... y tenía tanto miedo de volver a perderlos que te tejí hasta el amanecer sin que te dieses cuenta ... 

miércoles, 17 de octubre de 2012

Feia estona

Tenía la primera hoja del otoño entre las manos y no pensaba compartirla. Esta se la quedaba ella. 
No era su libro favorito, pero ese pedazo de naturaleza inerte se acababa de convertir en un punto de libro perpetuo, casi tanto como la agonía que le provocaba pasar cada página.  Laberíntica y aborrecible. Eterna.

"No hay malos libros" se decía ... y se mordía (y muerde) el labio superior para no fabricar un chascarrillo fácil e infame sobre la artífice  de la obra que seguía no sin cierto desdén. Podría encontrarle mil usos. Y leerlo parecía el menos factible de todos ellos.Sobre su cabellera pelirroja hubiese quedado fetén en Ascott.

Para qué engañarnos (y engañarles) hacer y difundir tal alarde de auto crítica no era sano, estaba llamado a ser toda una orgía de masoquismo irrefrenable. Participar en masacres ajenas siempre ha sido mucho más divertido, para qué engañarnos. 

Excusas como "el periodismo mata la creatividad del escritor" habían devenido una abundante montaña de mierda. MIERDA. Tal cual. "El periodismo es la salida profesional de nefastos escritores" se aproximaba más a la estela que dejaba tras de sí el boomerang que feia estona dibujaba elipses en sus pupilas. 

No era su libro favorito. Tan sólo era mierda sobre naturaleza inerte, ah ... y una hoja del árbol del jardín. 











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La última amazona amanece hoy en el calor del hogar sabiéndose un otoño más sabia. Ha costado y los pasos venideros dibujan senderos escarpados, pero... ¿Cuándo te importó? No hay abrazo lo suficientemente eterno que sacie mi constante gratitud y sed de ti, mamá.

lunes, 15 de octubre de 2012

Asiente y vencerás (y otros consejos de abuela)





-Ahí estuviste  brillante, terriblemente brillante... chica.

Podría haber perpetuado mi indiferencia hacia esa voz chillona vestida con náuticos y despropósitos, pero una vez más opté por dejarme arrastrar por una suave brisa de pacifismo y buenas maneras... y hacer lo que mi abuela intentó inculcarme desde la cuna y siempre rehusé llevar a cabo: asentir, dibujar una leve caída de párpados y sonreír. (Efectivo).

De toda la bazofia retórica y las idas y venidas de piropos construidos desde la desidia, ese TERRIBLE acariciaba de manera tan poco decorosa mi ego, que no necesitaba mirar mi reflejo en un espejo para saber que cierto halo de soberbia me invadía el rostro o  al menos el dibujo de mis labios,  sellados ante tanto erudito de la palabra. 

De "cría" a "terrible" en tres cuartos de suspiro. Como vara de medir, tres cervezas, al menos en mi presencia.  Sentía ganas irrefrenables de aplaudir sobreactuadamente  tal repentino cambio de actitud surgido del interior de una camisa de rayas... pero opté por inclinar la cabeza hacia la izquierda y esbozar media sonrisa (Gracias, abuela). 

Mientras tanto mi capacidad de abstracción comenzaba a preocuparme. No sólo me divertía asintiendo cual busto autómata sino que además era capaz de no palidecer al descubrir que lo único TERRIBLE en esa sala no sólo se  podía atribuir a mis últimos devaneos con el sarcasmo. Cierto halo rancio había invadido la habitación y cubierto a otros autómatas. Parece ser que  el ejercicio de "asiente y vencerás" no era lema exclusivo e intransferible de mi abuela. 

De repente la indiferencia interior y la fingida condescendencia cincelaron cierto malestar a mi efervescente cabellera  y provocaron mi salida de esa conversación a la que servidora asistía como mera espectadora. Coquetear con el manual de  "esas buenas maneras" me había revuelto algo la conciencia, y por qué no decirlo... las tripas también. 

Ciertamente sí, resultaba TERRIBLE. En un seco  golpe de melena había dejado incluso de ser inocente y divertido. Y es que asentir en demasía puede llegar a ser perjudicial para la salud, al menos, para la mía. 

Las tornas volvían a cambiar (para mi fortuna) de "terrible" a "cría"  en tres cuartos de suspiro, y a mucha honra. Puede que no esté tan mal ser impertinente y tener la lengua tan desenfadada como la melena.