miércoles, 17 de noviembre de 2010

Y las tortugas también tienen alas

Nunca he sido yo de grandes maratones. Soy de esos especímenes que prefieren hacer "marcha" porque se autoconvencen de que correr es de brutos, cuando la verdadera razón es evitar hacer el ridículo jadeando como un camionero desde el segundo 20. Y ésto, niños, lo podríamos aplicar a muchos aspectos de la vida cotidiana de un estropajo pelirrojo. Sí. Por mucha marcarilla que me aplique... sigo siendo un estropajo panocho.

Digo yo que después de 1500 días en Madrid, debería calzarme una de esas super deportivas con cámaras de aire super chachis y salir a correr como Dios manda.
Relatar las carreras de otros (en plan maruja) tiene su gracia... o la tenía. Pero dejé pasar un par de maratones, y aunque no soy muy de arrepentirme, lo hago.

Ahora toca correr, dejarse de marchas y sudar como un cerdo. Un cerdito vietnamita... que son más cuquis. Y no seré la primera en llegar a la meta esta vez... pero dejadme entrenar durante un par de carreritas y hablamos.

Las primeras carreras , esas que sabes que no vas a terminar (porque no es ni tu momento ni tu lugar) , no fueron del todo decepcionantes. Algo en lo que no pones ilusión no puede decepcionarte, pero sí te enseña.

No creo que cumpla los 2000 días en las entrañas de hormigón de Madrid ... pero sí llevaré un dorsal a partir de ahora, y no me lo pienso quitar, ni las "superzapasconcámaradeaire" tampoco. Hasta el final. O hasta que me encuentre por el camino una razón por la que pasar de correr maratones a hacer carreras de fondo.

Dejar de correr delante de la policía con una botella de ron en la mano cualquier viernes por la noche y empezar a hacerlo con algo más que humo entre las manos hacia cualquier otro sitio que no sea un callejón oscuro, es siempre una buena elección.